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miércoles, 13 de junio de 2012

MECANISMOS DE RESPUESTA


Cuando aparece o se manifiesta la insatisfacción las personas reaccionan para defenderse de ella, recurriendo a dos tipos de reacción: la satisfacción superficial y la frustración. Se entiende por satisfacción superficial el comportamiento del hombre que, aún no encontrando satisfacción en el trabajo, se adapta a la situación, aceptándola de una manera pasiva y conformista. En este caso la persona sustituye la meta deseada por otra, utilizando el trabajo únicamente como medio para cubrir sus necesidades económicas o de promoción social y buscando la satisfacción de sus necesidades de autorrealización en otras actividades. Por otro lado, las personas pueden reaccionar con un sentimiento de frustración al no poder alcanzar las metas que se había propuesto. La conducta queda frustrada cuando una persona se halla motivada para alcanzar un objetivo y tropieza con un obstáculo que le impide alcanzarlo. Concretamente, las variables psicosociales tienen una estrecha relación con la manifestación de conductas derivadas de la frustración y con la aparición de conflictos grupales e individuales. 

La frustración y el conflicto laboral son el efecto de la fatiga, de la monotonía, de la fragmentación del trabajo, de una supervisión estricta y agobiante, de la inseguridad en el empleo, del uso de incentivos negativos y de métodos incorrectos para la selección e integración del personal. Cuando estas variables están presentes en el mundo laboral, pueden producir un desequilibrio, una tensión en la persona que realiza el trabajo, la cual puede reaccionar tratando de resolver la situación intentando adaptarse a la misma para recuperar el equilibrio. En caso de que la situación no pueda ser resuelta y el individuo no se adapte, este puede reaccionar con un sentimiento de frustración. Este sentimiento puede tener consecuencias negativas para el rendimiento, reflejándose en un aumento de la ineficacia, de la rotación y del absentismo. En numerosas ocasiones, ante situaciones frustrantes, el individuo utiliza determinados recursos que le permiten canalizar las tensiones. Éstos se denominan mecanismos de defensa, y se pueden definir como sentimientos, pensamientos o conductas relativamente involuntarias que surgen como respuesta a la percepción de alguna amenaza psíquica. Aunque los mecanismos de defensa son utilizados normalmente en mayor o menor medida por todos los seres humanos, utilizar un determinado mecanismo de forma continuada y reiterada puede ser indicador de alteración o trastorno. 

Los principales mecanismos de defensa que se utilizan ante las situaciones frustrantes en el mundo laboral son: 

— Agresión 

— Regresión 

— Fijación

 — Resignación

 — La agresión representa la acumulación excesiva de energía imposibilitada para encontrar expresión. Cuando una persona se encuentra motivada para alcanzar un objetivo, destina para ello una cantidad de energía, al topar con un obstáculo que le impida la consecución del objetivo, la energía se va acumulando, llegando a generar conductas agresivas. Los casos extremos de este tipo de conductas serían la cólera e incluso el ataque físico, pero sin llegar a tal punto, podemos diagnosticar un ambiente agresivo en una situación de trabajo a través de conductas tales como: la crítica excesiva a la dirección, el chisme malicioso, el escándalo causado por agravios superficiales, el daño al equipo, las ausencias y la baja productividad. 

— La regresión supone el retorno a conductas más tempranas y menos maduras, propias de un estadio anterior del desarrollo de la persona. Los ejemplos más extremos se hallan en la neurosis y la psicosis, pero en la industria podemos detectarla a través de los siguientes síntomas: la falta de control emocional, la predisposición a aceptar rumores, inadecuada organización social y ciega lealtad hacia determinadas personas u organizaciones. Por parte de la dirección puede también ser síntomas de regresión: la hipersensibilidad, la negativa a delegar autoridad, la incapacidad de distinguir las peticiones razonables de las que no lo son y las generalizaciones absurdas sobre asuntos de trabajo o cuestiones políticas. 

— La fijación es la prolongación de algún tipo de acción exenta de valor adaptativo. La misma acción es repetida indefinidamente aunque la experiencia demuestra su inutilidad. Puede tener aspecto de conducta normal pero se revela por su rigidez. En la industria los síntomas más comunes de fijación son: incapacidad para aceptar el cambio, la negativa obstinada y ciega a la aceptación de nuevos hechos cuando la experiencia demuestra que los antiguos son insostenibles. Por parte de la dirección: la multiplicación de castigos, aunque sepa que sólo conseguirá empeorar las condiciones 

— Una frustración prolongada puede hacer que la persona cese en sus intentos de adaptación, llevándola a un estado de apatía o resignación. Esta reacción representa el caso extremo de las posibles respuestas a la frustración, ya que la persona desiste de efectuar cualquier intento de adaptación o superación de las dificultades. 

Los múltiples efectos negativos sobre el trabajador que puede producir la falta de motivación laboral se reflejan también en su vida laboral y social, acarreando una disminución de la calidad y cantidad de trabajo, un aumento del absentismo, así como un deterioro en las relaciones tanto laborales como familiares. Siguiendo la formulación de la Organización Mundial de la salud definiremos a ésta como “el estado de bienestar físico, mental y social completo, y no meramente la ausencia de enfermedad”. No es pues simplemente el mantenimiento de la integridad física lo que nos interesa, sino que hay que procurar contemplar el trabajo como una actividad que permita el desarrollo psíquico y la dimensión social del individuo. Si el trabajo implica una posibilidad agresiva para la salud, no hemos de reaccionar simplemente reduciendo el tiempo de exposición, es decir, la cantidad de trabajo, sino que lo fundamental será enfrentarse al problema de la calidad del mismo, pues si conseguimos que llegue a ser la adecuada, no sólo evitaremos la perdida de la salud, sino lo que es aún más importante, estaremos en condiciones de mejorarla, esto es, de lograr un enriquecimiento mayor de la persona. 

No nos parece aconsejable pues, considerar el trabajo como una actividad parcializada, de la que sólo nos interesa estudiar su aspecto material concreto, esto es, su entorno físico, y su finalidad de procurar los medios que nos posibiliten la subsistencia, sino que será necesario enfocar el problema desde una perspectiva que considere el trabajo como una actividad social, y que tiene la posibilidad, a la que no debemos renunciar, de permitir al hombre un desarrollo de la actividad creadora y transformadora que es inherente al ser humano.

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