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miércoles, 13 de junio de 2012

CÓDIGOS ÉTICOS

 

 El ejecutivo de Personal debe regirse por un código ético. El hombre que distribuye el fondo de salarios, que administra la promoción, que debe aplicar una política disciplinaria cuando sea preciso, que debe orientar y resolver los problemas humanos de los miembros de la plantilla y que debe procurar ayudar a su formación, ha de comportarse con gran objetividad. En aspectos aún más elevados, es totalmente inadmisible que aproveche sus conocimientos a favor de la empresa y en perjuicio de los trabajadores, para despójarles de aquello que les pertenece. No conocemos ningún código que señale en Europa normas éticas de comportamiento para los Directores de Personal. En Estados Unidos se publicó uno en el año 1957, dirigido a los Directores de Personal de la Administración Pública del Condado de Los Ángeles, que por su interés transcribimos a continuación, puesto que al constituirse la Administración Americana, en su funcionamiento, como una empresa de servicios, una parte de su contenido, si no todo, es aplicable a las actividades industriales: CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL (Noviembre de 1957): 

— Creo en el estilo de vida norteamericana y en la forma de gobierno democrática. Como parte integrante de tal gobierno, haré todo lo que esté dentro de mis posibilidades para sostenerlo, defenderlo y protegerlo. 

— Creo que el servicio a la Administración es el más alto de todos los servicios, y que mi misión es de confianza pública. Procuraré cumplir mis deberes de manera que dé honor y crédito a mi Administración, y de conformidad con los más elevados criterios morales y éticos. 

— Siempre tendré presente esa confianza pública, en el uso de los bienes y fondos a mi cuidado, y los protegeré y conservaré mediante una actuación eficiente y una gestión diligente. 

— Creo que la Administración tiene derecho a lo mejor de sus administradores, en cuanto a competencia, aptitud, actitudes y condiciones personales, servicio y lealtad. 

— Creo en la igualdad de oportunidades para que todos hagan valer sus condiciones personales dentro de un sistema de selección por el mérito, y en el derecho que toda persona tiene, con independencia de su raza, su religión, sus ideas políticas o su condición económica, a demostrar su competencia. 

— Creo que un sistema de mérito implica unas obligaciones para con los administrados, los representantes electos del pueblo, los dirigentes y los subordinados. En cumplimiento de tales obligaciones, reconozco mi deber de aceptar los cambios que se produzcan en el mando político y en las directrices políticas, de tal manera que en todo momento impere la voluntad del pueblo. Asumo el compromiso de defender el interés público, frente a todo interés personal individual, privado o de grupo. 

— Creo que un sistema de mérito cumple con tales exigencias en cuanto servicio a los dirigentes. En el ejercicio de tal servicio, respetaré el punto de vista de los dirigentes, sus necesidades en materia de actuación y su última responsabilidad, pues creo que la buena gestión y la buena administración del personal tienen una finalidad común. 

— Creo que una buena administración de personal exige que yo base mis decisiones en hechos, no en presunciones; en principios, no en criterios de conveniencia; y en el interés del sistema de mérito, y no en el beneficio o prestigio personal. Consideraré siempre mis instrumentos de trabajo y mis métodos como medios y no como fines. Valoraré dichos fines en términos de los principios del mérito. 

— Acepto la obligación que me impone un sistema de mérito, de dar un trato uniforme a todas las personas, de conducirme dentro y fuera del trabajo de tal modo que haga nacer una fe en la objetividad y la imparcialidad de mis decisiones, y de no dedicarme a ningún trabajo o actividad, fuera de mi profesión, que pueda ser obstáculo para ello. 

— Creo que estoy obligado a buscar, con constancia y seriedad, mi propio perfeccionamiento en la profesión elegida y a dedicarme con energía a mejorar mis conocimientos y aptitudes. Me esforzaré por hacer todo lo que antecede, en orden a realizar los objetivos para cuyo cumplimiento ha sido creada la Administración. 

Aunque este código se refiera a las tareas de Recursos Humanos dentro de la Administración Pública y en un país diferente como Estados Unidos, tiene conceptos válidos y aplicables a cualquier otra situación y nación. La elevación de la dignidad de la profesión del directivo de Recursos Humanos, solamente se conseguirá mediante el respeto de los demás y este respeto no llegará sin una conducta ejemplar en todos los órdenes y una verdadera conciencia a llevar a cabo las tareas y funciones del cargo. El Jefe de Recursos Humanos debe estar en la empresa para ayudar y ser útil, no para castigar. Para ayudar a unos y a otros, como una especie de técnico que busca satisfacciones para la empresa y trabajadores. Y esto sería así, cuando la ascendencia que consiga este profesional se base en su formación, conocimientos y competencia y no en la dureza que aplique en sus relaciones con el personal. Afortunadamente esto último, al menos en nuestro país, ya sólo subsiste como un recuerdo amargo que el tiempo y las nuevas generaciones que ocupan estos puestos en las empresas van haciéndolo olvidar con su ejemplar actuación en todos los órdenes.

 Un posible decálogo o código deontológico sería el siguiente: Decágolo del director de Recursos Humanos: 

— Respetaré y cumpliré la legislación vigente, especialmente en materia laboral. 

— Prestaré más servicios con honradez, dedicación y lealtad a mi empresa. 

— Procuraré compaginar los objetivos de la empresa con los intereses de los trabajadores. 

— Intentaré que las personas sean valoradas por todos como el principal activo y que las decisiones se tomen considerando su impacto en ellas. 

— Estaré dispuesto en todo momento a escuchar a cualquier miembro de la plantilla o a sus representantes, manteniendo un diálogo permanente. 

— Tomaré mis decisiones en base a criterios de igualdad, de justicia y de mérito, buscando siempre la mayor eficacia del capital humano. 

— Guardaré el secreto profesional sobre datos de los empleados que pertenecen a su intimidad, mientras no afecten a su rendimiento o a la seguridad de las personas. 

— Buscaré la colaboración de todos, especialmente de los jefes de línea. 

— Acataré, cumpliré y haré cumplir las normas de mi empresa, intentando al mismo tiempo cambiar las que no permiten el mejor empleo y desarrollo de los Recursos Humanos. 

— Promoveré el aumento del rendimiento laboral con las mejores técnicas de motivación, de mando, de incentivación, de promoción, de planes de carrera y con cualquier medida que beneficie tanto a la empresa como a sus empleados. 

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